
Ella amaneció de nuevo sola.
Sola, acarició los restos de un amor.
Un amor atravesado,
amarrado a su corazón,
mas lo cierto era que mucho
de ese amor confuso
se lo imaginó.
Ella deslizó su mano tibia.
Tibia, descubrió esa zona oscura de su piel.
Con la piel en el engaño,
dijo: “esta mano es la de él”,
y enredada en sus suspiros,
casi sin sentido,
quiso tener fe.
Ella, un corazón que naufragó.
Ella, un “sí” que nadie escuchó.
Ella, un sol apagado,
una luna de lado
ella es.
Ella se miró despacio al espejo.
El espejo una tristeza le devolvió.
Ella devolvió esa mueca,
y con sonrisas la cubrió,
pero fue sólo un instante
que ese rostro de antes
se le reflejó.
Ella renegó de su mala suerte.
“¡Suerte perra!”, dijo, “¡la que me tocó!”.
Se tocó entre los dos senos,
dijo: “¿para qué este corazón?,
¿para quién estos latidos,
este amor urgido?,
¿para quién soy yo?”.
Ella, un corazón que naufragó.
Ella, un “sí” que nadie escuchó.
Ella, un sol apagado,
una luna de lado
ella es.
Sola, acarició los restos de un amor.
Un amor atravesado,
amarrado a su corazón,
mas lo cierto era que mucho
de ese amor confuso
se lo imaginó.
Ella deslizó su mano tibia.
Tibia, descubrió esa zona oscura de su piel.
Con la piel en el engaño,
dijo: “esta mano es la de él”,
y enredada en sus suspiros,
casi sin sentido,
quiso tener fe.
Ella, un corazón que naufragó.
Ella, un “sí” que nadie escuchó.
Ella, un sol apagado,
una luna de lado
ella es.
Ella se miró despacio al espejo.
El espejo una tristeza le devolvió.
Ella devolvió esa mueca,
y con sonrisas la cubrió,
pero fue sólo un instante
que ese rostro de antes
se le reflejó.
Ella renegó de su mala suerte.
“¡Suerte perra!”, dijo, “¡la que me tocó!”.
Se tocó entre los dos senos,
dijo: “¿para qué este corazón?,
¿para quién estos latidos,
este amor urgido?,
¿para quién soy yo?”.
Ella, un corazón que naufragó.
Ella, un “sí” que nadie escuchó.
Ella, un sol apagado,
una luna de lado
ella es.